También es válido sentirse triste, apático, cansado, rendido, vacío, molesto, sin esperanza, harto de la conducta humana y propia, con pereza insoportable. Todo eso también es el anfiteatro de una transformación. Claro, si se es consciente de ello y nada se reprime, y después, se actúa de manera consciente y se transmutan esas entidades psíquicas. No es ley que solo inertes o a base de dolencias y sentimientos negativos nazca un nuevo nivel de ser en nosotros, si así fuera, el mundo estaría lleno de personas trascendidas. Hay que trabajar para adquirirlo. Ya lo dijo Gurdjieff:

«La naturaleza lleva al ser humano hasta cierto punto de evolución, después, uno mismo se debe hacer cargo de subir al siguiente peldaño que todo lo transforma».

La meditación es fundamental para hallar el origen mayávico de nuestros males. Sientate, recuestate y medita. Evita con ello el proyectar tus insatisfacciones, defectos y dolores hacia el mundo entero, a tu familia, a tus amistades.

El estado de felicidad y emociones positivas continuas no existe. No las fanaticemos más.

Dicen los grandes místicos que ese estado solo se logra cuando podemos trascender más allá de la mente y las percepciones, del bien y el mal, y esto solo se consigue al crear los cuerpos solares, al crear alma. Una probadita de felicidad perenne solo se logra entrando en la exhaltación mística llamada iluminación o Shamadí, y aún así, es pasajera. Cuantos santos y místicos han regresado llenos de dicha después de entrar en ese estado de iluminación tan solo para darse cuenta que regresar al mundo es vivirlo con todo lo que ofrece.

En el sin sabor del universo, en la nostalgia, también hay bellas enseñanzas.

– Cortés

Art: Miles Johnston