Hablar de dolor de espalda es referirnos a una de las condiciones más comunes de la población junto con las cefaleas. Se estima que 1 de cada 10 personas lo sufre a menudo y que es, además, una de las principales causas de baja laboral. Por otro lado, y a pesar de que esta dolencia tenga por lo general los más diversos orígenes: mala ergonomía laboral, hernias, problemas renales, osteoporosis, artritis, degeneración de discos, etc., hay un aspecto que a menudo queda descuidado.

Cualquier dolencia mental y molestia emocional puede conducir a la aparición de dolencias físicas, siendo la espalda el área corporal más afectada.

El modo en cómo afectan las emociones a la espalda es tan variado como llamativo. Hay expertos que no tienen prejuicios a la hora de señalar que la columna vertebral es el soporte no solo de nuestras cargas físicas, sino también las emocionales. La espalda es como el pilar de nuestra existencia, y no hablamos en términos espirituales o trascendentales. No tenemos más que recordar su función estructural: proteger y recubrir nuestro delicado sistema nervioso.

Sentir dolor lumbar, sufrir una contractura o lo que es peor, padecer dolor crónico de espalda paraliza la propia funcionalidad, nos obliga a detenernos. El dolor es, por encima de todo, como ese perro fiel que hay ante nuestra casa y que ladra cuando hay un peligro. Hacerlo callar mediante fármacos no servirá de nada si no conocemos la causa, si no desvelamos qué es eso que está amenazando el «pilar de nuestro cuerpo», el equilibrio de nuestra existencia física.

La tristeza, la preocupación y el estrés y su relación con la espalda

Por llamativo que nos parezca, el dolor de espalda suele ser uno de los síntomas físicos más comunes en pacientes con depresión o ansiedad generalizada. Así, es más que común ver a personas pasar por todo un periplo de fisioterapeutas y especialistas en la columna vertebral sin hallar alivio, sin encontrar remedio a ese dolor recurrente de espalda. Hasta que, finalmente, reciben el diagnóstico acertado por parte de un psicólogo u otro profesional de la salud mental.

No podemos olvidar que el dolor es, por encima de todo, una experiencia neurológica transmitida por nuestro sistema nervioso. Así, en esos estados caracterizados por la angustia, el miedo, la decepción o el desánimo lo que hay en nuestro cerebro es un desequilibrio químico. Una irregularidad entre la serotonina y la norepinefrina genera, por ejemplo, un incremento en la percepción del dolor.

El dolor emocional y el dolor de espalda

Natación, antiinflamatorios, relajantes musculares… Ninguno de estos enfoques sirve cuando la persona que sufre dolor de espalda, padece en realidad dolor emocional. El sufrimiento emocional es el indicador de que alguna parte de nuestro ser está rota, fragmentada. Esa lesión invisible se somatiza generalmente en forma de dolor de espalda, cefaleas, problemas digestivos…

¿Cómo prevenir y tratar el dolor de espalda asociado a nuestras emociones?

Sabemos que la mente tiene un vínculo directo con nuestro cuerpo y que el cerebro orquesta ese control a veces despiadado donde cualquier preocupación, enfado o problema no resuelto, hará de nuestra espalda su sala de torturas particular. Con el yoga aprendemos a escucharnos, a tomar consciencia de nuestro estado de salud tanto físico, como emocional. Y desde la aceptación de todo los que no pasa, saldrá la respuesta al dolor (físico) o al sufrimiento (emocional). Tomar consciencia es observar nuestros pensamientos y emociones, controlarlos y gestionarlos sin que ellos nos controlen o dominen a nosotros.

Un cuerpo que se mueve y una mente que sabe despejarse de vez en cuando también son claves de salud.

Tanto el Shiatsu como el Tui Na

  Está comprobado que una alimentación sana contribuye a mejorar nuestro humor , fomenta nuestra autoestima y el pensamiento positivo

 

El modo en que afectan las emociones a la espalda es más que evidente. Por tanto, no debemos renunciar a probar diferentes técnicas para hallar aquella que más se ajuste a nuestras características.